1. UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MÉXICO CAMPUS HISPANO RÉGULO VÁZQUEZ ISAURA ISABEL SEMINARIO DE FORMACIÓN EN HABILIDADES CLÍNICAS FACILITADORES: MTRO. JUAN ELÍAS CAMPOS GARCÍA MTRO. JOSÉ MANUEL BEZANILLA SÁNCHEZ El sentido de los síntomas
2. El síntoma es rico en sentido y se entrama con el vivenciar del enfermo. El sentido de los síntomas neuróticos fue descubierto por JosefBreuer; lo hizo mediante el estudio y la feliz curación de un caso de histeria (1880-82). Leuret: aun los delirios de los enfermos mentales mostrarían un sentido. Los síntomas neuróticos tienen un sentido, como las operaciones fallidas y los sueños, y, al igual que estos, su nexo con la vida de las personas que los exhiben.
3. Neurosis obsesiva Se porta más como un asunto privado del enfermo, renuncia casi por completo a manifestarse en el cuerpo y crea todos sus síntomas en el ámbito del alma. Son ocupados por pensamientos que en verdad no les interesan pero les es enteramente imposible omitirlas. Los pensamientos (representaciones obsesivas) pueden ser en sí disparatados o también sólo indiferentes para el individuo. Se ve forzado contra su voluntad a sutilizar y especular, como si se tratara de sus más importantes tareas vitales. Los impulsos que siente en el interior de sí pueden igualmente hacer una impresión infantil y disparatada, pero casi siempre tienen el más espantable contenido, como tentaciones a cometer graves crímenes y huye de ellos, horrorizado, y se protege de ejecutarlos mediante prohibiciones, renuncias y restricciones de su libertad. El resultado es siempre el triunfo de la huida y la precaución
4. El enfermo sólo puede hacer una cosa: desplazar., permutar, poner en lugar de una idea estúpida otra de algún modo debilitada, avanzar desde una precaución o prohibición hasta otra, ejecutar un ceremonial en vez de otro. Puede desplazar la obsesión, pero no suprimirla. El todo desemboca en una creciente indecisión, en una falta cada vez mayor de energía, en una restricción de la libertad a menudo de una testarudez extraordinaria, por regla general poseedor de dotes intelectuales superiores a lo normal. La psiquiatría da nombres a las diversas obsesiones insiste en que los portadores de tales síntomas son «degenerados». Síntoma típico: una vivencia o a una cadena de vivencias parecidas. Si los síntomas individuales dependen de manera tan innegable del vivenciar del enfermo, para los síntomas típicos queda la posibilidad de que se remonten a un vivenciar típico en sí mismo común a todos los hombres.
5. Caso 1 Una dama, cuya edad frisa en los 30 años corría de una habitación a la habitación contigua, se paraba ahí en determinado lugar frente a la mesa situada en medio de ella, tiraba del llamador para que acudiese su mucama, le daba algún encargo trivial o aun la despachaba sin dárselo, y de nuevo corría a la habitación primera. Hacía más de diez años se había casado con un hombre mucho mayor que ella, que en la noche de bodas resultó impotente. Esa noche, él corrió incontables veces desde su habitación a la de ella para repetir el intento, y siempre sin éxito. A la mañana dijo, fastidiado: «Es como para que uno tenga que avergonzarse frente a la mucama, cuando haga la cama»; y cogió un frasco de tinta roja, que por casualidad se encontraba en la habitación, y volcó su contenido sobre la sábana, pero no justamente en el sitio que habría tenido derecho a exhibir una mancha así. Lo que la dama hacia era que en la mesa de la segunda habitación había una gran mancha sobre el mantel. se situaba frente a la mesa de modo tal que a la muchacha no pudiera pasarle inadvertida la mancha
6. INTERPRETACIÓN La paciente se identifica con su marido; en verdad representa su papel, puesto que imita su corrida de una habitación a la otra. Ella sustituye la cama y la sábana por la mesa y el mantel. En el sueño, de igual modo es vista una mesa que, empero, ha de interpretarse como cama. Mesa y cama, juntas, significan matrimonio y entonces fácilmente una hace las veces de la otra. El núcleo de esta es, evidentemente, el llamado a la mucama, a quien le pone la mancha ante los ojos, por oposición a lo que dijo su marido ese día. El -cuyo papel ella actúa- no se avergüenza entonces frente a la mucama; la mancha, consiguientemente, está en el lugar justo, la mujer no se limitó a repetir la escena, sino que la prosiguió, y al hacerlo la corrigió, la rectificó. La acción obsesiva dice entonces: «No, eso no es cierto, él no tuvo de qué avergonzarse frente a la mucama, no era impotente»; como lo haría un sueño, figura este deseo como cumplido dentro de una acción presente; sirve a la tendencia de elevar al marido por sobre su infortunio de entonces.
7. Caso 2 Una muchacha de 19 años, lozana, bien dotada, hija única, que aventaja a sus padres en materia de cultura y vivacidad intelectual, fue, de niña, salvaje y traviesa; en el curso de los últimos años, sin que mediase influencia exterior visible, se ha convertido en una neurótica. Se muestra muy irritable con su madre; siempre insatisfecha, deprimida, se inclina a la indecisión y a la duda y, por último, confiesa que ya no puede ir más sola a plazas ni por calles importantes. La paciente pretexta como motivo de sus precauciones nocturnas que le hace falta silencio para dormir y tiene que eliminar todas las fuentes de ruido.
8. INTERPRETACIÓN Al reloj de sus aprontes para la noche fue como símbolo de los genitales femeninos alcanza este papel genital por su referencia a procesos periódicos e intervalos idénticos. El tictac del reloj ha de equipararse con el latir del clítoris en la excitación sexual Floreros y vasos son, del mismo modo que toda clase de vasijas, símbolos femeninos. Cuando creció y tomó conocimiento de los hechos del comercio sexual, se instaló en ella la idea angustiosa de que en la noche de bodas no sangraría ni demostraría su virginidad. Sus cautelas hacia la rotura de los vasos significan, entonces, un rechazo de todo el complejo que se entrama con la virginidad y el sangrar en el primer coito; es tanto un rechazo de la angustia de sangrar como de la contraria, la de no sangrar. Estas medidas, que ella subordinó a la prevención de los ruidos, sólo remotamente tenían que ver con esta última. La almohada había sido siempre para ella, dijo, una mujer, y el enhiesto respaldo, un hombre
9. Si una almohada era una mujer el sacudir el edredón hasta que todas las plumas se agolparan abajo y se provocase una hinchazón que significaba preñar a la mujer; pero ella no dejaba de volver a eliminar esa preñez, pues durante años había vivido con el temor de que el comercio sexual de los padres diera por fruto otro hijo y así le deparara un competidor. El rombo es el dibujo de los genitales femeninos abiertos que se repite en todas las paredes. Ella misma hacía entonces el papel del hombre, el padre, y con su cabeza sustituía al miembro viril. También, que los preceptos del ceremonial reflejan los deseos sexuales ora positiva, ora negativamente, en parte como subrogación de ellos y en parte como defensa contra ellos. La muchacha ha caído en un vínculo erótico con el padre, cuyos comienzos se remontan a su primera infancia.